Te acercaste bailando
con una pose sexy hacia mi,
moviendo tus puños
mientras dirigías tu mirada a cada lado,
de hombro a hombro.
La música me obligaba a hablarte al oído,
y entonces aprovechabas para girar la cara
quedando nuestras bocas
a una distancia ínfima.
De repente se nos dibujaban
una sucesión de sonrisas
provocadas por el nerviosismo...
Me ruborizaba
y cubría mi rostro con mis manos
al sentir tus ojos recorriendo
cada rincón de mi cuerpo,
descendente y ascendentemente
con solemne picardía.
Me confesabas algo íntimo
sobre la noche anterior.
Me relatabas nuestra historia,
como si no te refirieses a mí.
Palpabas mi trasero a hurtadillas
en cuanto se descuidaba el resto
de los que nos acompañaban.
Todo y más para que de nuevo hoy
se disipe tu halo de pulcra inocencia,
sacando a relucir inesperadamente
alguna de esas paranoias
que surgen de malas interpretaciones
y echa por tierra el compendio
de lo que tanto disfruto de tu manera de ser.
En el trayecto fuerzas que compruebe
si un escudo me protege
de tus ataques,
en medio de esa alteración,
mientras aguardo en tí
la calma que habita en mí
de comienzo a fin.
Y como desenlace, un ciclo de pecado y penitencia
que examina a la paciencia
y a la psicología adquiridas,
hasta la fecha aprobadas con exitoso resultado,
pero cada vez con menor y dudoso porvenir.
Y yo pensando en decidir...
si fingir orgullo
para frenar tus abominables impulsos
o continuar perdonando y seguir...
No hay comentarios:
Publicar un comentario