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viernes

Agridulce condena

La primera vez que sostuve nieve entre mis manos
no fue la primera vez que la sentí.
Tu mirada ya había hecho gala de su belleza,
pero también de esa gelidez
que el fuego de la mía sentencia derretir.

Corazón prisionero, enjaulado,
equidistante del mío
pero danzando distinto son 
y a distinto ritmo.

Juego a despistarme,
a prometerme fidelidad,
a conservar mi dignidad, 
pero contigo es tarea ardua.

Intento que cada día me haga falta 
menos de todo y más de nada.
Ceñirme al presente, 
inmovilizar impulsos 
que debo contener para no sufrir.

Y aún así permanezco a tu lado,
manteniendo encendida la llama cándida
que me empeño en no ver perecer.
Soñando la eterna conquista de tu piel,
de cada beso de tus labios, sabrosos como miel.

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