Desde su balcón sobresalían,
pareciendo trepar por encima
del desteñido metal, frío y duro,
múltiples flores de diversos colores vívidos
y de intensa aroma embriagadora.
Desconchones en la pared,
de un ocre tierra.
La mirada perdida, azul mar,
moteada de verde césped
del utópico paisaje de sus sueños.
Ensimismada y sumida
en su paraíso personal,
olvidó incluso su nombre.
Abandonó sus pensamientos
para transformar en calma
sus inquietudes.
Sobre sus encogidos hombros
una manta que ya le pesaba.
El agobio hizo
que se despojara de ella.
Sobre sus encogidos hombros
una manta que ya le pesaba.
El agobio hizo
que se despojara de ella.
Sorbió de la taza
la infusión amarga
dulcificada por terrones de azúcar
hechos con el molde
de su aterciopelado rostro.
Un mechón de su cabello se descolgó
sobre su despejada frente
como una liana,
mientras observaba próxima a ella,
revolotear, una mariposa.
Un mechón de su cabello se descolgó
sobre su despejada frente
como una liana,
mientras observaba próxima a ella,
revolotear, una mariposa.
Se avecinaba gota fría.
Destellos en el techo del subconsciente,
el cielo de lo misterioso,
creaban confusión en su interior
abriendo grietas irreparables.
Boca balbuceante, interrogativa,
ansiando ser acallada por otra,
vengativa, arrebatadora,
innecesariamente de un ser con corazón.
Despertó y enterró
Despertó y enterró
turbios recuerdos,
y cambió el abono a sus plantas,
por no verlas marchitar.
Las regó con esperanza
y energía renovada,
prometiendo en su presente
un futuro mejor, carente de dudas,
que no iba a derrochar.
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